Uno de los principales retos a los que se enfrenta la educación superior, es el encontrar estrategias que puedan servir para direccionar todo proceso de aprendizaje. Como afirma Gidley, (2016) citado por Morlà, Eudave y Brunet (2018), el modelo educativo actual necesita una nueva mirada, que provea herramientas a los estudiantes y haga énfasis en el pensamiento creativo. La creatividad es más que crear un elemento estético, genera un proceso en donde el individuo reacciona ante una situación, circunstancia o problema. Traduce la información del ambiente en el que se encuentra, para suplir una necesidad y producir una respuesta. Como sostienen Hativa (2000) y Ramsden (2007) citados por Guzmán, Martínez y Verdejo (2017) “La solución de problemas, la creatividad y el pensamiento crítico, (...) son las finalidades más valoradas en la enseñanza en la educación superior” (p. 3).