Descripción:
partir de la Revolución Industrial, alrededor del siglo XVIII, se da la inserción de la mujer en el trabajo, como una fuente de ingreso económica, un fenómeno que se dio casi de forma inevitable; sin embargo, como afirma Thorstein Veblen (1898), las mujeres han sido sometidas a una condición de inferioridad frente a los hombres, siendo consideradas a lo largo de la historia como un símbolo de propiedad privada. Pese a ello, los profundos cambios estructurales que se han dado a través de procesos históricos importantes como la Revolución Industrial han propiciado un cambio en las relaciones de desigualdad. Si bien las mujeres han podido insertarse al campo laboral eso no ha impedido que dicha desigualdad persista y esté presente. La incorporación de la mujer a la dinámica laboral fue un proceso lento que ha modificado la estructura económica. El contexto Europeo ha constituido el pilar base para este hecho. El trabajo femenino perdió exclusividad en labores domésticas para insertar a las mujeres dentro de la fábrica supuso un cambio en las condiciones laborales y la desigualdad antes marcada en el hogar se expandía a este nuevo campo de acción. La mano de obra femenina e infantil resultaron ser el motor ideal de la economía, al ser mucho más barata y conveniente para los procesos de producción. Se abre con esto también la coyuntura ideal para la lucha por los derechos de las mujeres y los movimientos feministas.