Parece fácil describir el concepto de educación, sin embargo, al tratar de aterrizarlo a una definición, tácita y no de significado, comprobamos lo complicado que se vuelve. La palabra educación deriva etimológicamente de “ducere” que significa “conducir o llevar adelante”, el acto de educar entonces significaría impulsar o sacar del interior el potencial que tiene uno mismo. En este sentido, el profesor no es aquel que hace o realiza las cosas por el alumno, sino el que actúa como guía para culminar con el desarrollo de sus capacidades (Beltrán Montoya 2008). La educación consiste en un conjunto de prácticas o actividades ordenadas a través de las cuales un grupo social ayuda a sus miembros a asimilar la experiencia colectiva culturalmente organizada y a preparar su intervención activa en el proceso social, es una construcción social que configura, en buena medida, el futuro colectivo y garantiza la necesaria adaptación a las situaciones nuevas generadas por los cambios propios de nuestro tiempo.