Descripción:
La Iglesia católica tuvo presencia y autoridad a lo largo de la historia de Nueva España, ya que, por medio de las bulas Alejandrinas de 1493, otorgadas por el pontífice Alejandro VI, a los reyes católicos se les concedió la potestad de introducir el catolicismo para convertir a los naturales de dicho territorio en fieles católicos y al mismo tiempo en súbditos de la Corona.1 Para ello, los monarcas se apoyaron tanto en el clero secular como en el regular, este último con ayuda de las órdenes mendicantes, se encargó de la administración de la evangelización y de vigilar los comportamientos morales y sexuales de dichos individuos. Era habitual que diversos individuos de la población fueran vigilados por eclesiásticos de Roma o por el mismo Papa con el fin de preservar la ortodoxia católica en España, sin embargo, al encontrarse lejos de América desconocían a profundidad las necesidades de la población indígena.