Descripción:
En México cerca de 16 millones de personas utilizan los servicios de salud cada año. De este grupo cuatro millones serán hospitalizados. El 27% presenta una patología evidentemente quirúrgica, 21% a causa de salud reproductiva de la mujer, 8% por accidentes, 38% por causas no quirúrgicas (1).
El 80% de los hospitalizados tendrá dolor moderado a severo en intensidad (en 20% será severo en intensidad). Esto plantea un reto, ya que deja clara la necesidad de crear estrategias basadas en la evidencia científica capaces de proporcionar a los enfermos un adecuado alivio del dolor (1).
Resulta innecesario definir el dolor, ya que, en mayor o menor medida, todos lo hemos experimentado en numerosas ocasiones. Sin embargo, se suele utilizar la definición de la Asociación Internacional para el estudio del dolor (IASP): “El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión tisular presente o potencial, o descrita en términos de tal lesión” (IASP). La IASP define el dolor agudo como un dolor de reciente comienzo y duración probablemente limitada, que generalmente tiene una relación temporal y causal con una lesión o enfermedad (1,2).
El dolor posoperatorio es considerado como el máximo representante del dolor agudo, apareciendo como consecuencia de la estimulación nociceptiva resultante de la agresión directa o indirecta producida por un acto quirúrgico (4).