El dolor postoperatorio se ha convertido en una gran problemática en todos los centros de atención médica, ya que es una de las principales complicaciones de los procedimientos quirúrgicos y su control inadecuado provoca un deterioro significativo en la salud de las pacientes. De esta manera, definimos al dolor postoperatorio como aquel que está presente en el paciente quirúrgico debido a la enfermedad, al procedimiento quirúrgico y sus complicaciones, o una combinación de ambos, dando aparición al inicio de la intervención y finalizando con la curación quirúrgica que lo ha generado, describiéndose dos mecanismos implicados en la producción del dolor postoperatorio, el primero por una lesión directa sobre las fibras nerviosas de las diferentes estructuras afectadas por la técnica quirúrgica, y el segundo, por la liberación de sustancias capaces de activar y/o sensibilizar a los nociceptores. Destacando que la histerectomía abdominal es un padecimiento quirúrgico con una alta incidencia de dolor postoperatorio debido a múltiples factores como lo son, el corte quirúrgico, la ligadura de pedículos vasculares y la manipulación visceral. Por esta situación se inició la administración de opioides para proporcionar una analgesia postoperatoria; los cuales se pueden administrar por vía intratecal como un complemento al anestésico local, produciendo un bloqueo de mejor calidad y analgesia prolongada después de la operación. Es por ello que, con todas estas investigaciones, la Food and Drug Administration (FDA) aprobó el uso de morfina por vía neuroaxial en 1984. Sin embargo, su uso es escaso por la presencia de efectos secundarios como son la náusea, vómito, prurito, retención urinaria, sedación y depresión respiratoria.