Las emociones morales fungen en los individuos como un regulador de su comportamiento y así poder adecuarse a las necesidades específicas del contexto social en el que se encuentran inmersos. En algunas etapas del desarrollo como es la infancia, estas habilidades dependen en gran medida del nivel de maduración física, cognitiva y afectiva. Estudios reconocen que los lóbulos frontales se encuentran en pleno crecimiento en esta etapa, por lo tanto las funciones ejecutivas están fuertemente relacionadas con la experiencia de las emociones morales y pueden alterarse cuando el proceso de desarrollo se ve afectado por factores externos (como el ambiente familiar o escolar) y sobre todo cuando esta actividad regulatoria emocional no se vincula con la educación en valores, manifestándose como alteraciones en el comportamiento (problemas de conducta) y generando problemas en la adecuada expresión de las emociones morales. Para ejemplificar lo anterior, este estudio se divide en dos fases, la primera una evaluación a niños de 9 años (N=33) que nos permita identificar sus niveles de sintomatología depresiva, sintomatología ansiosa (regulación emocional), habilidades sociales (problemas de comportamiento) y funciones ejecutivas (emociones morales) y en la segunda fase se presenta, basada en la metodología de estudio de caso de un varón de 9 años de edad, con antecedentes de problema de conducta y dificultades en la interacción con pares, a quién se le aplicó una batería de pruebas compuesta por instrumentos que evalúan el enojo, habilidades sociales, depresión y ansiedad junto con la batería neuropsicológica BANFE-2, identificando alteraciones en la corteza prefrontal, específicamente en la zona orbitomedial. De igual forma se presenta, la propuesta de tratamiento basado en evidencia que debe realizarse para facilitar el desarrollo de emociones morales, y por consiguiente de una mejor regulación emocional y conductual que permita al menor adaptarse a su entorno escolar y familiar.